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it-eso-stephen-king

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ir más allá de la obsesión, ampliando el foco de miatención. Después de todo, el asunto no se reducesólo a seis chicos y una chica, ninguno de ellosfeliz, ninguno de ellos aceptado por sus padres, quecayeron en una pesadilla durante cierto veranocaluroso, cuando Eisenhower ocupaba aún lapresidencia. Es un intento de retirar un poco lacámara hacia atrás, por así decirlo, para ver toda laciudad, un s<strong>it</strong>io en donde casi treinta y cinco milpersonas trabajan, comen, duermen, copulan,hacen compras, conducen vehículos, caminan, vana la escuela, van a la cárcel y, a veces, desaparecenen la oscuridad.Para saber qué es un lugar, creo necesario saberqué fue. Y si tuviera que determinar un día en elque todo esto volvió a empezar, para mí seríaaquél, a principios de la primavera de 1980, en quefui a ver a Albert Carson, fallecido el verano pasadoa los noventa y un años, tan lleno de honores comode años. Fue jefe de bibliotecarios, aquí mismo,entre 1914 y 1960, un período increíblemente largo(claro que él fue un hombre increíble). Consideréque, si alguien podía saber con qué historia de estazona era mejor empezar, ése era Albert Carson. Leplanteé mi pregunta mientras estábamos sentadosen su porche y él me dio la respuesta con ungraznido. Ya estaba luchando contra el cáncer que,a su debido tiempo, lo mataría.—Ninguna de ellas vale una mierda, como biensabes.258

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