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it-eso-stephen-king

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En <strong>eso</strong>s períodos de tensión, el chico preferíapasar inadvertido. Era lo más prudente. Bastabacon recordar lo que le había pasado a Dorsey.Eddie no conocía los detalles y no queríaconocerlos, pero se hacía una buena idea. Opinabaque Dorsey había estado en el s<strong>it</strong>io menosadecuado en el momento menos conveniente: elgaraje, el último día del mes. A él le habían dichoque Dorsey había caído por la escalerilla, en elgaraje. "Cincuenta veces le dije que no se subieraallí", decía el padrastro. Pero su madre no habíapodido mirarlo; cuando, por casualidad, sus ojos seencontraron, Eddie vio en los de ella un pequeñodestello de miedo que no le gustó. El viejo sesentaba a la mesa de la cocina, con una botella decerveza, mirando la nada por debajo de susprominentes cejas. Eddie se mantenía fuera de sualcance. Cuando el padrastro gr<strong>it</strong>aba se podía vivir.Era cuando dejaba de gr<strong>it</strong>ar que se hacía precisoandar con cuidado.Dos noches antes, le había arrojado a Eddieuna silla cuando el chico se levantó para ver quéponían en el otro canal. No hizo más que levantaruna de las sillas de aluminio de la cocina, alzarlapor encima de su cabeza, y arrojarla. Pegó a Eddieen el trasero y lo hizo caer. Todavía le dolía laretaguardia, pero la cosa habría sido peor si lehubiera dado en la cabeza.Y después, aquella noche en que el viejo sehabía levantado, súb<strong>it</strong>amente, para frotarle el pelo437

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