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it-eso-stephen-king

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El taxista parecía satisfecho.—¿Hanlon? –preguntó Bill, sobresaltado–.¿Mike Hanlon?—Exacto –afirmó el taxista. Se volvió por unmomento para mirar a Bill, descubriendo una cararedonda y mofletuda, con gafas de carey que teníanviejas motas de pintura blanca en las patillas–. Elbibliotecario. Un negro. ¿Lo conoce?—Lo conocía –dijo Bill, recordando cómo habíaconocido a Mike en julio de 1958.Había sido por Bowers, Huggins y Criss, otravez, por supuesto. Bowers, Huggins y Criss(oh, cielos)por todas partes, desempeñando su propiopapel, como inconscientes grapas que los habíanunido a los siete.—Jugábamos juntos, de niños –agregó–. Antesde que yo me fuese.—Vaya, mire por dónde –dijo el taxista–. Quépequeño es este mundo de mierda, perdone...—... mi lengua si usted es religioso–terminóBill, al unísono.—Mire por dónde –rep<strong>it</strong>ió el taxista,cómodamente. Viajaron en silencio un rato, antesde que él dijera–: Derry ha cambiado mucho. Perosí, muchas cosas siguen como antes. El TownHouse, donde lo recogí. La torre–depós<strong>it</strong>o en elMemorial Park. ¿Se acuerda de ese lugar, señor?821

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