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Fueran cuales fuesen los motivos, los bosquesde Derry y Haven ardieron con frecuencia todo eseverano. Desaparecieron niños, hubo más peleas yasesinatos que de costumbre; un dosel de miedo,tan real como el humo que se olía desde Up–MileHill, pendía sobre la ciudad.Por fin llegaron las lluvias, el 1 de septiembre.Llovió durante toda una semana. Se inundó elcentro de Derry, lo que no era infrecuente, pero lasgrandes casas de Broadway Oeste estaban a mayoraltura y en algunas de ellas debieron oírse suspirosde alivio. "Que ese "canuck" loco se esconda todo elinvierno en los bosques, si así lo quiere –debierondecirse–. Por este verano no puede hacer más y lopescaremos antes de que se sequen las raíces elpróximo junio."Y entonces llegó el 9 de septiembre. No puedoexplicar lo que pasó. Thoroughgood tampocopuede explicarlo. Hasta donde sé, nadie puede.Sólo me es posible relatar los suc<strong>eso</strong>s tal comoocurrieron.El Dólar Soñoliento estaba repleto de leñadoresque bebían cerveza. Fuera había una nocheneblinosa. El Kenduskeag estaba alto; llenando sucanal de ribera a ribera. Según EgbertThoroughgood, "soplaba un viento otoñal, de <strong>eso</strong>sque te suben hasta el culo". Las calles eranpantanos. En una mesa de la trastienda, un grupojugaba a las cartas: eran hombres de William1534

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