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it-eso-stephen-king

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y dientes de plata? Pero no había nada: sólo elpolvoriento olor de la oscuridad y, muy lejos, elrumor del agua precip<strong>it</strong>ada como si las cloacas seestuvieran llenando.—A–a–algo va m–mal –dijo Bill–. Mike...—¿Mike? –se alarmó Eddie–. ¿Qué le pasa?—Yo también lo sentí –confirmó Ben–. ¿Es...?¿Ha muerto?—No –dijo Bill. Sus ojos parecían distantes,carentes de emoción; toda la alarma seconcentraba en su tono y en la posición defensivadel cuerpo–. Está... e–está... –Tragó saliva. Sugarganta em<strong>it</strong>ió un chasquido y sus ojos sedilataron–. ¡Oh...! ¡Oh, no...!—¡Bill! –gr<strong>it</strong>ó Beverly–. Bill, ¿qué pasa?¿Qué...?—¡Dad–dadme las ma–manos! –gr<strong>it</strong>ó Bill–.¡Rá–rápido!Richie dejó caer la cerilla y tomó una mano deBill. Beverly tomó la otra. Buscó a tientas con lamano libre y Eddie se la sujetó débilmente con losdedos del brazo entablillado. Ben completó elcírculo.—¡Envíale nuestro poder! –exclamó Bill conaquella voz extraña y grave–. ¡Envíale nuestropoder, quienquiera que seas, envíale nuestropoder! ¡Ahora! ¡Ahora mismo!Beverly sintió que algo brotaba de ellos en1811

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