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it-eso-stephen-king

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mapache, el lápiz de labios corrido. Y se sintiósúb<strong>it</strong>amente disparado hacia el abismo, delirante.Ella sacudió las caderas hacia arriba, más ymás; en aquellos tiempos la cerveza no habíapuesto panza entre ellos y los vientres aplaudieronen r<strong>it</strong>mo cada vez más veloz.Cerca del final, ella gr<strong>it</strong>ó y le mordió el hombro.—¿Cuántas veces te corriste? –le preguntó él,después de que ambos se ducharon.Beverly apartó la cara. Cuando habló, lo hizocon voz casi inaudible:—Se supone que no debes preguntar <strong>eso</strong>.—¿Ah, no? ¿Quién te lo dijo?Le tomó la cara con una mano, con el pulgarhundido en una mejilla y los otros dedos en la otra,la palma abarcando el mentón.—Confiésate con Tom –dijo–. ¿Me oyes, Bev?Cuéntale a papá.—Tres –reconoció ella.—Bien –dijo él–. Puedes fumar un cigarrillo.Beverly lo miró con desconfianza,desparramado el pelo rojo sobre las almohadas,cubierta sólo con las bragas. Con sólo verla así, elmotor volvía a funcionar. Hizo una señal deasentimiento.—Anda –insistió–. Está bien.Tres meses después se casaron en el juzgado.192

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