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it-eso-stephen-king

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Pocas semanas después, al salir de un cine, ellaencendió un cigarrillo y le dio una calada mientrascaminaban hacia el aparcamiento. Era una heladanoche de noviembre, el viento castigaba cadacentímetro de piel descubierta que lograba hallar.Tom recordó que había percibido el olor del lago,como sucede a veces en las noches frías, un olorchato, como a pescado y a vacío al mismo tiempo.La dejó fumar. Hasta le abrió la portezuela paraque subiese al coche. Después se sentó al volante ydijo:—¿Bev?Ella se qu<strong>it</strong>ó el cigarrillo de la boca y giró haciaél. Tom le descargó la mano abierta, dura, contrasu mejilla con fuerza suficiente como para que lecosquilleara la mano, con fuerza suficiente comopara que a ella se le estrellara la cabeza contra elrespaldo. Sus ojos se ensancharon de sorpresa ydolor... y algo más. Se llevó la mano a la mejillapara palparse el calor, el entumecimientocosquilleante. Y gr<strong>it</strong>ó:—¡Aaaaay! ¡Tom!Él la miró con los ojos entornados, una sonrisaindiferente, dispuesto a ver qué pasaría, cómoreaccionaría ella. La polla se le estabaendureciendo en los pantalones, pero apenas se diocuenta. Eso quedaba para después. De momentoestaban en clase. Repasó lo que acababa de ocurrir.La cara de Bev. ¿Qué había sido esa tercera186

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