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it-eso-stephen-king

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s<strong>it</strong>uación. Se sentía como si hubiese adelgazadocinco kilos. Y la cas<strong>it</strong>a sin duda se había vuelto másgrande. Sobre <strong>eso</strong> estaba seguro. Al principio, lagorda pierna izquierda de Ben Hanscom habíaestado apretada contra la suya y el huesudo codode Bill se le hundía en el brazo derecho. Ahora,ninguno de los dos lo tocaba. Echó un vistazoperezoso a derecha e izquierda para verificar suspercepciones. Eran correctas. Ben estaba a unostreinta centímetros. Bill, a su derecha, más lejos.—Este lugar se ha agrandado –dijo.Aspiró más profundamente y tosió con fuerza.Dolía, dolía en el fondo del pecho, como duele latos cuando uno ha tenido una gripe. Por un ratopensó que jamás se le pasaría, que seguiríatosiendo hasta que tuvieran que sacarlo. "Siempreque ellos puedan", pensó, pero la idea erademasiado difusa como para asustarle.De pronto, Bill le dio unas fuertes palmadas enla espalda y la tos rem<strong>it</strong>ió.—No lo sabes, pero no siempre lo haces –dijoRichie.No miraba a Bill, sino a la chimenea. ¡Québrillante parecía! Podía ver el rectángulo, flotandoen la oscuridad, pero ya no blanco sino verde.—¿D–d–de qué hab–hablas? –preguntó Bill.—De tu tartamudez. –Hizo una pausa,consciente de que algún otro estaba tosiendo–.1290

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