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it-eso-stephen-king

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un objeto arrojado por las aguas en una extrañaplaya amarilla). Apoyó la cabeza en los brazos y seechó a llorar. Probablemente, ese llanto se habíaestado preparando. La carta de su madre no habíahecho sino precip<strong>it</strong>arlo, así como el polvo hace queun cosquilleo en la nariz se convierta en estornudo.Stanley quería tener hijos. Ella quería tenerhijos. Estaban tan de acuerdo en ese tema como enla afición a la películas de Woody Allen, en laasistencia más o menos regular a la sinagoga, enlas inclinaciones políticas, en la aversión por lamarihuana y en muchas otras cosas. En la casa deTraynor había existido siempre una hab<strong>it</strong>aciónextra, dividida en dos partes. A la izquierda,stanley tenía un escr<strong>it</strong>orio para trabajar y un sillónpara leer; a la derecha, estaba la máquina de coserde Patty y el tablero donde armaba rompecabezas.Entre ellos existía un acuerdo tác<strong>it</strong>o con respecto aesa hab<strong>it</strong>ación: algún día sería el cuarto de Andy ode Jenny. Pero ¿dónde estaba ese hijo? Lamáquina de coser, los cestos de tela, el tablero, elescr<strong>it</strong>orio y el sillón se mantenían en susrespectivos s<strong>it</strong>ios; mes a mes parecían solidificarsus posiciones, estableciendo su leg<strong>it</strong>imidad conmás firmeza. Eso pensaba ella, aunque nuncallegaba a cristalizar la idea. Pero sí recordaba quecierta vez, al iniciarse un período menstrual, habíatenido la sensación de que la caja de compresasparecía muy satisfecha, como si las toall<strong>it</strong>asacolchadas le estuvieran diciendo: "¡Hola, Patty!84

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