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it-eso-stephen-king

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noches, señor Uris, señora." Llegaba a su casa,acunada por su Volvo 1984, y la contemplaba enmedio de los prados verdes. Y con frecuencia (talvez con demasiada frecuencia) recordaba aquellarisa aguda. Ojalá la muchacha que había reído asíestuviera viviendo en una cas<strong>it</strong>a miserable, con unesposo goyimz que le pegara, que hubiera abortadotres veces, que su marido la engañara con mujeresenfermas, que tuviera hernia de disco, pies planosy quistes en su puerca lengua simuladora.Se odiaba a sí misma por <strong>eso</strong>s pensamientostan poco car<strong>it</strong>ativos y prometía corregirse, dejar debeber <strong>eso</strong>s amargos cócteles de hiel. Pasaba mesesenteros sin pensar en esas cosas. Entonces sedecía: "Tal vez todo <strong>eso</strong> ha quedado atrás,finalmente. Ya no soy aquella muchacha dedieciocho años. Soy una mujer de treinta y seis. Lamuchacha que oía el interminable crujir de lagravilla en ese camino, la que se apartó de MikeRosenblatt cuando él trató de consolarla porque lohacía con mano de judío, existió hace media vida.Esa siren<strong>it</strong>a tonta ha muerto. Ahora puedoolvidarla y ser simplemente yo misma." Muy bien,perfecto. Magnífico. Pero entonces, estando encualquier parte (en el supermercado, por ejemplo),oía una risa súb<strong>it</strong>a en el otro pasillo y la piel se leerizaba, los pezones se le ponían duros, dolorosos,y apretaba las manos a la barra del carr<strong>it</strong>o o se lasretorcía pensado: "Alguien acaba de decirle aalguien que soy judía, que no soy sino una judía72

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