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it-eso-stephen-king

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—¿Se puede estudiar para oficial?Cuando dije <strong>eso</strong>, él se rió tanto que parecía apunto de ahogarse. Después dijo:—Mira, hijo, el día en que haya oficiales negrosen este ejérc<strong>it</strong>o, Jesucristo bailará el charlestón porlos teatros. ¿Firmas o no firmas? Se me acaba lapaciencia Además, apestas.Firmé, y vi que él adjuntaba el formulario deasignación a mi solic<strong>it</strong>ud; después me tomójuramento y yo ya fui soldado. Creí que meenviarían a Nueva Jersey, donde el ejérc<strong>it</strong>o estabaconstruyendo puentes, ya que no había guerra enninguna parte. Pero fui a parar a Derry, Maine, y ala compañía E.Suspiró y se movió en la silla; era un hombrecorpulento, cuyo pelo blanco se rizaba hastapegarse al cráneo. En ese momento teníamos unade las mejores fincas de Derry y, probablemente, elmejor puesto caminero de productos al sur deBangor. Los tres trabajábamos mucho y mi padretenía que contratar mano de obra adicionaldurante la cosecha. Nos iba bien.—Volví porque había visto el Sur y había vistoel Norte –dijo él–, y en todas partes existía elmismo odio. No fue el sargento Wilson el que meconvenció de <strong>eso</strong>. El no era más que un sureñobruto, que llevaba el Sur dondequiera fuese. Noneces<strong>it</strong>aba vivir en el Sur para odiar a los negros.Los odiaba, simplemente. No; lo que me convenció762

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