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it-eso-stephen-king

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Eddie se preguntó qué estaba haciendo allí: de pieen una oscura esquina de una oscura ciudad, aochocientos kilómetros de Myra, que debía de estarmuy preocupada por su causa. De inmediato sintióun vértigo casi doloroso; se tocó el bolsillo de lachaqueta y recordó que había dejado elDramamine en el hotel con el resto de susfármacos. Pero tenía aspirinas. No había salidojamás sin aspirinas, así como no salía sinpantalones. Tragó un par en seco y echó a andar alo largo de Kansas, pensando, vagamente, quepodría ir a la biblioteca, o quizá cruzar a la avenidaCostello. Ya comenzaba a aclarar. Podía caminarhasta Broadway Oeste para admirar las viejas casasvictorianas que se levantaban allí, en las dos únicaszonas residenciales de Derry dotadas de verdaderabelleza. De niño lo había hecho algunas veces,caminar por Broadway Oeste con aire indiferente,como si fuera camino de otro lugar. Allí estaba lacasa de los Mueller, cerca de la esquina deW<strong>it</strong>cham con Broadway Oeste: una mansión roja,con torrecillas a cada lado y seto al frente. LosMueller, tenían un jardinero que siempre lo mirabacon ojos suspicaces cuando él pasaba por allí.También estaba la casa de los Bowie, a cuatropuertas de distancia de la de los Mueller, en lamisma acera. Probablemente era uno de losmotivos por los que Greta Bowie y Sally Muellereran tan amigas en la escuela primaria. Teníatejado verde y torrecillas también, pero no946

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