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it-eso-stephen-king

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levemente esperanzados, pero Stan no pudoexplicar lo que sentía. Se le habían acabado laspalabras. Había un cúmulo de sensaciones dentrode él y no encontraba las palabras adecuadas.Podía ser muy meticuloso, muy seguro de sí, perotenía sólo once años y apenas había terminado elcuarto curso.Quería decirles que había cosas peores quetener miedo. Podías tener miedo a los cochescuando vas en bicicleta. Podías tenerle miedo a lapolio. Podías tener miedo a ese loco de Kruschev.Podías tener miedo de ahogarte si nadabas dondeno tocabas fondo. Podías tener miedo de muchascosas y seguir funcionando.Pero lo de la torre depós<strong>it</strong>o...Quería decirles que <strong>eso</strong>s niños muertos, los quehablan bajado por la escalera de caracol en laoscuridad, habían hecho algo peor que asustarlo: lohabían ofendido.Ofendido, sí. Era la única palabra que se leocurría, pero si la pronunciaba se reirían de él. Letenían cariño, sin duda, y lo habían aceptado comoa un igual, pero aun así se reirían de él. sinembargo, había cosas que ofendían el sentido delorden de cualquier persona cuerda, ofendían laidea esencial de que Dios había dado a la tierra unainclinación sobre el eje para que el crepúsculodurara sólo veinte minutos en el ecuador y más deuna hora en los polos; que, después de hacer <strong>eso</strong>,741

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