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it-eso-stephen-king

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"¡No podré!", pensó, desesperado. El asmaestaba empeorando, se sentía peor que de niño.Tendió la mano hacia el pomo de la puerta, peroéste pareció retroceder hacia la negrura del espacioexterior.—Si te quedas, te haré un pastel de café y cremaagria –balbuceó ella–. Comeremos palom<strong>it</strong>as demaíz... Y prepararé comida como a ti te gusta.Puedo hacerlo para el desayuno de mañana, siquieres. Comenzaré ahora mismo... con salsa decarne... Eddie, por favor, estoy asustada, me estásasustando mucho...Lo sujetó por el cuello, tal como un policíapodría apresar a un sospechoso que intentaraescapar. Con un último y vacilante esfuerzo, Eddiesiguió avanzando... En el momento en que llegabaal lím<strong>it</strong>e de su fuerza y su resistencia, sintió que suesposa lo soltaba.Ella em<strong>it</strong>ió un último gemido.Los dedos de Eddie se cerraron en torno alpomo. Abrió la puerta y vio un taxi estacionadoallí, como embajador de la tierra de la cordura. Lanoche estaba despejada. Las estrellas brillaban.Se volvió hacia Myra, jadeante, respirandodificultosamente.—Debes comprender que no hago esto porquequiera –dijo–. Si tuviera alternativa, cualquieraque fuese, no iría. Por favor, compréndelo, Marty.Me voy, pero volveré.165

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