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it-eso-stephen-king

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Sin embargo, había un pensamiento que seinsinuaba, por mucho que "Eso" intentara alejarlode sí: si todas las cosas fluían de "Eso" (tal comohabía sido desde que la Tortuga había vom<strong>it</strong>ado eluniverso y quedado desmayada dentro de sucaparazón), ¿cómo era posible que alguna criaturade este mundo o cualquier otro lo burlara o lohiriera, aunque sólo fuera nimia y brevemente?¿Cómo era posible semejante cosa?Así, una última novedad había venido a "Eso",no ya emoción, sino fría especulación: ¿y si "Eso"no era lo único, como siempre había creído?¿Y si había "Otro"?¿Y si, más aún, <strong>eso</strong>s niños eran agentes de ese"Otro"?¿Y si... y si...?"Eso" empezó a temblar.El odio era nuevo. El dolor era nuevo. El verburlados sus propós<strong>it</strong>os era nuevo. Pero lo máshorriblemente nuevo era ese miedo. No el miedo alos niños, porque <strong>eso</strong> había pasado, sino el miedode no ser lo único.No, no había ningún "Otro". No podía ser. Talvez por el hecho de ser niños, su imaginación teníacierto poder prim<strong>it</strong>ivo que "Eso" habíasubestimado por un momento. Pero ahora queregresaban, "Eso" los dejaría acercarse. Y luego losarrojaría, uno a uno, en el macrouniverso... en los1747

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