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it-eso-stephen-king

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Bill levantó la cerilla... y soltó un largo alarido.Era George quien zigzagueaba por el túnel,hacia él. George, aún vestido con su impermeableamarillo salpicado de sangre, con una manga vacíae inútil. Su cara estaba blanca; sus ojos eranplateados. Se fijaron en los de Bill.—¡Mi barco! –La voz perdida de Georgie seelevó, temblorosa, en el túnel–. ¡No lo encuentro,Bill! Lo he buscado por todas partes y no loencuentro y ahora estoy muerto y todo es culpatuya, culpa tuya, culpa tuya....—¡Ge–Ge–Georgie! –chilló Bill. Su mentevacilaba, desprendiéndose de sus ataduras.George avanzó tambaleante hacia él; su únicobrazo se elevó hacia Bill, con la mano blancaencogida en una garra.—Culpa tuya –susurró muy sonriente. Susdientes eran colmillos de carnívoro, se abrían y secerraban lentamente, como los de una trampa paraosos–. Tú me hiciste salir y todo... esto... es...culpa... tuya.—¡N–n–no, Ge–Ge–Georgie! –gr<strong>it</strong>ó Bill–. Yon–n–no sa–sa–sabía...—¡Te voy a matar! –gr<strong>it</strong>ó Georgie.Una mezcla de sonidos animales surgieron deaquella boca dentada: gemidos, aullidos, ladridos.Una especie de risa. Bill ya sentía el olor de Georgeen putrefacción. Era olor a sótano, pululante, como1799

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