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it-eso-stephen-king

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lo sabía; no era la primera vez que tenía miedo,pero siempre lo había superado. Esa vez tardaríamucho tiempo en superarlo.El médico que la había atendido, en uno de lospequeños cubículos de la sala de urgencias, en lasHermanas de la Misericordia, era joven y bastanteatractivo. En otras circunstancias ella habríaconsiderado ociosamente (o no tan ociosamente) laposibilidad de llevarlo a su casa para una aventurasexual. Pero no se sentía exc<strong>it</strong>ada en absoluto. Eldolor no conducía a la exc<strong>it</strong>ación. El miedotampoco.Él se llamaba Geffin y a Kay no le gustó el modoen que la miraba. Le vio llevar un, vaso de papel allavabo llenarlo a medias de agua y sacar unpaquete de cigarrillos del cajón para ofrecérselo.Ella tomó uno y él lo encendió; tuvo que seguirla punta con la cerilla porque a Kay le temblaba lamano. Después arrojó la cerilla en un vaso depapel.—Maravilloso háb<strong>it</strong>o, ¿no? –dijo él.—Fijación oral –replicó Kay.El médico asintió. Después se hizo el silencio.Él no dejaba de mirarla. Ella tuvo la sensación deque esperaba verla llorar y <strong>eso</strong> la enfureció, porquese sentía a punto de hacerlo; detestaba queadivinaran sus emociones, sobre todo si se tratabade un hombre.1073

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