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it-eso-stephen-king

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percibió olor a carne podrida en su aliento. Susdientes eran colmillos torcidos.El chico volvió a gr<strong>it</strong>ar ante un nuevo zarpazo.Estaba seguro de que iba a arrancarle la cabeza,pero la zarpa pasó frente a él fallando por escasoscentímetros. La fuerza del manotazo le apartó elpelo sudoroso de la frente.—¡Hai–oh, Silver, Arreeee! –vociferó Bill a todopulmón.Había llegado a la cima de una pequeña cuesta.No era mucho, pero bastó para dar impulso aSilver. Los naipes empezaron a zumbar. Billpedaleaba furiosamente. Silver dejó debambolearse y tomó un curso recto por Neibolt,hacia la carretera 2."Gracias a Dios, gracias a Dios, gracias a Dios –pensaba Richie, incoherente–. Gracias a..."El hombre–lobo volvió a rugir ("Oh, Dios mío,parece que estuviera detrás de mí") y Richie perdióel aliento: algo tiraba de su camisa y de suchaqueta, estrangulándole la garganta. Em<strong>it</strong>ió unruido gorgoteante y logró aferrarse a Bill unsegundo antes de verse fuera de la bicicleta. Bill seinclinó hacia atrás, pero siguió aferrado almanillar. Por un momento, Richie pensó que labicicleta se lim<strong>it</strong>aría a alzar la rueda delantera,arrojándolos a ambos. En ese instante su chaquetase desgarró por la espalda con un fuerte ruido que,extrañamente, sonó como un grotesco pedo.655

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