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it-eso-stephen-king

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chillando, en grupos, se acordó de Henry Bowers.Caminó alrededor del edificio apresuradamente.Cruzó el patio de los más pequeños deslizando losdedos por las cadenas de los columpios parahacerlas tintinear y saltando por encima de lossubibajas. Salió por la verja, mucho más pequeña,que daba a Charter street y se encaminó hacía laizquierda, sin volver la vista atrás, hacia esemontón de piedra donde había pasado casi todoslos días laborables de los últimos nueve meses.Guardó el boletín de calificaciones en el bolsillotrasero y comenzó a silbar. Llevaba un par debambas pesadas, pero habría dicho que sus suelascubrieron ocho manzanas sin tocar la acera.Los habían dejado libres apenas pasado elmedio día; su madre no llegaría a casa por lomenos hasta las seis, porque los viernes iba alsupermercado a la salida del trabajo. Tenía el restodel día para él solo.Fue a la plaza Mccarron por un rato y se sentóbajo un árbol sin hacer otra cosa que susurrarocasionalmente, "Amo a Beverly Marsh",sintiéndose más embriagado y romántico cada vezque lo decía. En cierto momento, cuando un grupode chiquillos llegó al parque y comenzó a formarequipos para un partido de béisbol, susurró dosveces las palabras "Beverly Hanscom"; despuéstuvo que apoyar la cara en el césped, hasta que lahierba refrescó sus mejillas ardientes. Al poco ratose levantó para caminar hacia la avenida Costello.296

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