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it-eso-stephen-king

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Escalofrío. Se volvió para salir... y entonces oyómúsica.Era débil, pero la reconoció: música deorganillo.Inclinó la cabeza para escuchar; la arruga de sufrente comenzó a borrarse. Música de organillo,claro, la música de los carnavales y las ferias.Conjuraba recuerdos tan deliciosos como efímeros:palom<strong>it</strong>as de maíz, algodón de azúcar, buñuelosfr<strong>it</strong>os, repiquetear de cadenas en atracciones comoel Gusano Loco, el Látigo y las Tazas.El ceño cedió paso a una sonrisa dub<strong>it</strong>ativa.Stan subió un paso, luego otro, con la cabezainclinada. Hizo una pausa. Como si pensando enlas ferias se pudiera crear una, hasta podía oler elmaíz tostado, el algodón de azúcar, los buñuelos...¡y más aún!: pimientos, salchichas, humo decigarrillos, aserrín. Y también el olor del vinagreblanco, de ese que se echa a las patatas fr<strong>it</strong>as. Seolía a mostaza, amarilla y muy caliente, como laque se pone a las salchichas con una cuchara demadera.Aquello era asombroso... increíble... irresistible.Subió otro peldaño. Fue entonces cuando oyópasos ansiosos y susurrantes que descendían.Inclinó la cabeza otra vez. La música de feria habíacobrado volumen, como para disimular los pasos.Llegó a reconocer la melodía: era CamptownRaces.731

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