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it-eso-stephen-king

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siquiera entre sí.Al final, la dulce penetración de Bill la toma porsorpresa. Tiene tiempo de pensar. "Oh, va a ocurrirotra vez y no sé si podré soportarlo..." Pero aquelladulzura barre sus pensamientos. Apenas lo oyesusurrar:—Te amo, Bev, te amo. Te amaré siempre. –Una y otra vez, sin tartamudear en absoluto.Ella lo estrecha y ambos se quedan así, la suavemejilla de Bill apoyada contra la suya.Luego, él se retira sin decir nada. Beverly quedasola, reuniendo sus ropas lentamente, sintiendo undolor sordo, palp<strong>it</strong>ante, del que ellos, por servarones, jamás tendrán noticias. Siente tambiéncierto placer exhausto y el alivio de que todo hayaterminado. Ahora siente cierto vacío en laentrepierna y, aunque se alegra de que su sexohaya vuelto a ser suyo, esa vacuidad le provoca unaextraña melancolía que jamás podrá expresar,excepto al pensar en árboles desnudos bajo unblanco cielo de invierno, en árboles vacíos queesperan a los pájaros, como sacerdotes quepresiden la muerte de la nieve.Los busca a tientas.Por un momento nadie habla. Cuando alguienlo hace, no sorprende a Beverly que sea Eddie:—Creo que cuando tomamos a la derecha, dosrecodos atrás, debimos haber ido a la izquierda.1885

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