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it-eso-stephen-king

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El brazo de una camisa quedó fuera, como unalengua. Echó un vistazo en derredor,apresuradamente, intuyendo que jamás volvería aver esa casa. Sintió alivio ante la idea. Así pues,abrió la puerta y salió.Estaba a tres manzanas de distancia,caminando sin rumbo, cuando se dio cuenta de quetodavía estaba descalza. El pie que se habíacortado, el izquierdo, le palp<strong>it</strong>aba sordamente.Tenía que ponerse algún calzado y eran casi las dosde la madrugada. Su billetera y sus tarjetas decréd<strong>it</strong>o estaban en la casa. Metió la mano en losbolsillos del vaquero y sólo sacó un poco de pelusa.No tenía un centavo. Miró en derredor: unvecindario residencial, casas bon<strong>it</strong>as, pradospulcros, canteros y ventanas oscuras.Y de pronto se echó a reír.Beverly Rogan, sentada en un muro de piedra,con la maleta entre los pies sucios, reía. Habíansalido las estrellas. ¡Y cómo brillaban! Inclinó lacabeza hacia atrás y se rió de ellas. Esedescabellado entusiasmo corría por ella otra vez;como una ola que la levantara, llevándola,purificándola, una fuerza tan poderosa quecualquier pensamiento consciente se perdía enella; sólo el pensamiento de la sangre y su vozúnica, poderosa, le hablaban con algúninarticulado sistema del deseo, aunque no sabía nile importaba saber qué deseaba. "Deseo", pensó. Y211

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