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it-eso-stephen-king

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—Quiero atizarte –dijo Henry. Parecíadispuesto a ello y sus ojos negros echabanchispas–. Tengo que enseñarte algo, Tetas. No temolestará, porque a ti te encanta aprender cosas,¿verdad?Alargó la mano hacia Ben, que la esquivó.—Sujetadlo.Belch y Victor le inmovilizaron los brazos. Benlanzó un chillido, cobarde, débil y conejuno, perono podía ev<strong>it</strong>arlo. "Por favor, Dios, que no mehagan llorar y que no me rompan el reloj", pensóBen, desesperado. No sabía si llegarían a romperleel reloj o no, pero estaba seguro de que lo haríanllorar, estaba seguro de que lloraría a mares antesde que acabaran con el.—Chillas como un cerdo –dijo Victor, torciendola muñeca de Ben–. ¿No chilla como un cerdo?—Ya lo creo –rió Belch.Ben intentó zafarse. Belch y Victor volvieron ainmovilizarlo.Henry cogió la sudadera de Ben y tiró haciaarriba descubriendo el grotesco vientre que pendíasobre el cinturón.—¡Menuda tripa! –exclamó, asqueado–. ¡PorDios!Victor y Belch rieron. Ben miró alrededor,desesperado, en busca de ayuda, pero no habíanadie. Allá abajo, en Los Barrens, se oían los grillos331

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