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it-eso-stephen-king

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algo doloroso, te sentirás mejor si no estás aquí.Ella se volvió a mirarlo, atón<strong>it</strong>a... Ante esaexpresión, el chico sintió que su pecho se apretabaotra vez, inexorablemente.—¡Nada de <strong>eso</strong>! –exclamó ella–. ¡Cómo se teocurre decir algo tan horrible, Eddie! ¡Estásdelirando! No sabes lo que dices.—Mire, no me interesa su discusión –dijo laenfermera–. Pero estamos sin hacer nada cuando,deberíamos estar arreglando el brazo de su hijo.–¿Pretende sugerir...? –empezó Sonia elevandola voz hacia la nota aguda y penetrante que usabaen sus peores momentos.—Sonia, por favor –dijo el doctor Handor–, noes lugar para discutir. Ayudemos a Eddie.La mujer retrocedió, pero sus ojos centelleantes(los de una madre osa a quien le amenazan elvástago) prometieron a la enfermera que más tardehabría problemas. Incluso una denuncia. Luegosus ojos se humedecieron, extinguiendo las chispaso, por lo menos, ocultándolas. Tomó la mano sanade su hijo y la estrechó con tanta fuerza que learrancó una mueca de dolor.—Es grave, pero pronto te pondrás bien –dijo–,muy pronto. Te lo prometo.—Claro, mamá –jadeó Eddie–. ¿Me puedes darmi inhalador?—Por supuesto. –Sonia Kaspbrak miró1359

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