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idénticas, y se prometió que no cometería esalocura. Sabía que los muchachos, en el trabajo, yaestaban haciendo bromas sobre Mr. Alfeñique y suesposa, pero ellos ignoraban lo peor. Tratándose debromas y burlas, podía aceptarlas, pero ¿queríaconvertirse en el payaso de semejante circofreudiano? Ciertamente no. Rompería con Myra.Lo haría con suavidad, porque ella era muy dulce, ytenía aún menos experiencia con los hombres queél con las mujeres. Y después, cuando ella hubieradesaparecido, por fin, tras el horizonte de su vida,quizá podría tomar esas lecciones de tenis en lasque pensaba desde hacía tanto tiempo. (... cuandoEddie viene a las clases de educación física, confrecuencia se le ve muy feliz y contento...) ohacerse socio para nadar en la piscina del Plaza (...le encantan los deportes...), para no mencionar elgimnasio que acaban de inaugurar en la TerceraAvenida, al otro lado del garaje... (Eddie correrápido corre bastante rápido cuando usted no está,corre bastante rápido cuando no hay nadie que lerecuerde lo delicado que es y veo en su cara, señoraKaspbrak, que él sabe, aún con sólo nueve años,que el favor más grande que podría hacerse seriacorrer rápido para alejarse de usted, déjelo ir,señora Kaspbrak, déjelo Correr...)Pero al final se había casado con Myra. Al final,las viejas costumbres habían prevalecido. El hogares el s<strong>it</strong>io donde, cuando tienes que volver, estánobligados a encadenarte. Oh, habría dado de156

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