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it-eso-stephen-king

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ofetadas de las ramas en la cara, el cuello y losbrazos. Lo único que le interesaba era la cabezarizada del negro que se iba acercando. Tenía unode los M–80 en la mano derecha y una cerilla demadera en la izquierda. Cuando alcanzara al negro,la encendería, la acercaría a la mecha y metería elpetardo en la bragueta de aquel negro.Mike sabía que Henry iba ganando distancia yque los otros lo seguían de cerca. Trató deaumentar su velocidad, ya muy asustado; manteníael pánico a raya sólo mediante un esfuerzo devoluntad. Al cruzar las vías se había torcido eltobillo; la lesión era más grave de lo que pareció enprincipio y ya estaba cojeando. El ruidoso avancede Henry le evocaba desagradables imágenes: eracomo ser perseguido por un perro asesino o un osoencolerizado.El sendero se ensanchó. Mike cayó en un fosode grava. Rodó hasta el fondo, se puso de pie y yahabía cruzado la m<strong>it</strong>ad cuando se dio cuenta deque allí había otros chicos. Eran seis. Estabandispuestos en línea recta y tenían expresionesextrañas. Sólo más tarde, cuando tuvo tiempo deordenar sus pensamientos, comprendió lo que leresultó extraño: parecía que lo estaban esperando.—Ayudadme –logró decir mientras cojeabahacia ellos. Instintivamente, se dirigió al niño altoy pelirrojo–. Chicos... gamberros...Fue entonces cuando Henry llegó al foso. Vio a1190

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