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pero el que tocaba el piano lo hacía más comoJerry Lee Lewis que como un pianista de iglesia.Tampoco las canciones sonaban muy religiosas alos oídos de Eddie, aunque se hablaba mucho de"la bella Sión" y de "lavarse en la sangre delcordero" y de qué gran amigo teníamos en Jesús.Pero los que cantaban parecían estar divirtiéndosemucho para ser cantos sacros, a su modo de ver. Decualquier modo, aquello le gustaba tanto comoJerry Lee Lewis cuando hablaba de sacudir elesqueleto. A veces se detenía por un rato en laacera de enfrente con la bicicleta apoyada contraun árbol, y fingía leer en el pasto, aunque enrealidad se movía al compás de la música.Otros sábados, la iglesia estaba cerrada y ensilencio. Entonces él continuaba hacia losferrocarriles sin detenerse, hasta donde Neiboltterminaba en un aparcamiento lleno de hierbascrecidas en las grietas del asfalto. Allí apoyaba labicicleta contra la cerca de madera y se quedabacontemplando el ir y venir de los trenes. Pasabanmuchos en sábado. La madre le había dicho que,en los viejos tiempos, se podía tomar un tren depasajeros en ese lugar que entonces era la estaciónde Neibolt. Pero los trenes de pasajeros habíandejado de pasar al iniciarse la guerra de Corea.Pero por Derry seguían pasando los grandestrenes de mercancías. Se dirigían hacia el surcargados de papel, fibra de madera y patatas, ohacia el norte, con productos manufacturados para523

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