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it-eso-stephen-king

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salvajes seguían y seguían.El pánico deslizó su capucha sobre la mente deRichie.Apenas consciente de lo que hacía, trepó por lamontaña de carbón ganando terreno, resbalandohacia atrás para volver a avanzar, aullandomientras subía. La ventana, allá arriba, estabanegra de polvo de carbón y apenas dejaba pasaralgo de luz. Estaba cerrada con un pasador. Richieaplicó sobre ella todo su p<strong>eso</strong>, pero no pudohacerla girar. Los gruñidos ya sonaban máspróximos.Abajo estalló un disparo, casi ensordecedor enel cuarto cerrado. El humo de la pólvora, áspero yacre, le llegó a la nariz. Entonces se dio cuenta deque había estado tratando de girar el pasador endirección contraria. Cambió la dirección delmovimiento y la ventana se abrió con un chirridoprolongado, herrumbroso. El polvo de carbón lecayó en las manos como pimienta.La pistola volvió a disparar un segundobramido ensordecedor. Bill Denbrough gr<strong>it</strong>ó:—¡Tú mataste a mi hermano, hijo de puta!Por un momento, la bestia que había bajadopor la escalera pareció reír, pareció hablar; eracomo si un perro cruel hubiera comenzado a ladrarpalabras confusas. Richie creyó, que aquella cosavestida con la chaqueta de la secundaria habíagraznado, a su vez: "Y a ti también voy a matarte..."647

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