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it-eso-stephen-king

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Luego, otra vez aquella carcajada estridente.Temblando, Ben cruzó el centro r<strong>eso</strong>nante de labiblioteca de adultos. Tenía náuseas. Se detuvoante una estantería de libros y tomó uno al azar,con mano temblorosa. Sus dedos fríos hojearon elvolumen.—¡Ésta es tu única oportunidad, Ben! –clamó lavoz, atrás y arriba–. Sal de la ciudad. Vete antes deque oscurezca. Esta noche estaré persiguiéndote...a ti y a los otros. Eres demasiado adulto paradetenerme, Ben. Todos sois demasiado adultos. Noconseguiréis más que morir. Vete, Ben. ¿O quieresver esto?Ben giró lentamente, siempre con el libro en lasmanos heladas. No quería mirar, pero parecíatener una mano invisible bajo el mentón,levantándole la cabeza más y más.El payaso había desaparecido. en los alto de laescalera izquierda estaba Drácula, pero no unDrácula de película (no era Bela Lugosi niChristopher Lee ni Frank Langella ni FrancisLederer ni Reggie Nalder), sino un anciano con lacara parecida a una raíz retorcida, mortalmentepálido; sus ojos eran rojos, purpúreos, del color delos coágulos de sangre. Cuando abrió la boca, dejóal descubierto una serie de hojas de afe<strong>it</strong>ar,dispuestas en ángulos en sus encías; era comomirar un mortífero laberinto de espejos donde unsolo paso en falso podría cortarlo a uno en dos.937

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