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it-eso-stephen-king

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—Bingo–banga, vi a toda la banda bailando enla sala de mi casa –dijo, y se echó a reír.En la jarra sólo quedaba un dedo de whisky.—Sí, ya basta –aseguró Ricky Lee, alargando lamano hacia la jarra.Hanscom lo apartó suavemente.—El daño ya está hecho, Ricky Lee –dijo–. Eldaño ya está hecho.—Señor Hanscom, por favor...—Tengo algo para tus chicos, Ricky Lee, casi loolvido.Llevaba puesto un chaleco descolorido y sacóalgo de uno de sus bolsillos. Ricky Lee oyó untintineo apagado.—Mi padre murió cuando yo tenía cuatro años–dijo Hanscom. No había en su voz la menorgangosidad–. Dejó unas cuantas deudas y esto.Quiero que se lo des a tus chicos, Ricky Lee.Y puso tres dólares de plata en el mostrador,donde centellearon bajo las luces suaves. Ricky Leecontuvo la respiración.—Es muy amable, señor Hanscom, pero nopuedo...—Había cuatro, pero di uno de ellos a Bill elTartaja y a los otros. Billy Denbrough, así sellamaba en realidad. Nosotros le llamábamos Bill elTartaja, así como decíamos "apuesto mi pellejo".134

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