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it-eso-stephen-king

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"Deja de asustarte por cualquier cosa", se dijo–.Esa cómoda de cedro, es una pieza estupenda.—¡Ah, es una antigüedad! –dijo la señoraKersh.Y rió. Beverly notó que la belleza de la ancianatenía un solo defecto, bastante común en la zonadel Norte: sus dientes eran muy feos; fuertes sí,pero feos, amarillos; los dos incisivos estabancruzados. Los caninos parecían muy largos, casicolmillos."Eran blancos; cuando abrió la puerta sonrió ytú misma notaste que eran muy blancos."De pronto su miedo creció. De pronto sintió lanecesidad de estar lejos de allí.—¡Muy antiguo, sí! –exclamó la señora Kersh ybebió el contenido de su taza de un solo trago, conun súb<strong>it</strong>o y sorprendente ruido absorbente. Miró aBeverly, le "sonrió", y ella vio que sus ojos tambiénhabían cambiado. Las córneas eran amarillas,ancianas, surcadas por legañosas vainillas rojas. Supelo era mis ralo; la trenza parecía desnutrida, sinsus reflejos dorados, de un tono gris opaco.—Muy antiguo –siguió la señora Kersh sobre sutaza vacía mirando astutamente a Beverly con susojos amarillentos. Sus dientes torcidos volvieron aaparecer en una sonrisa repulsivo, casi libidinosa–.Me acompañó desde la patria. ¿Las inicialestalladas, R. G.? ¿Las ha visto usted?981

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