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algo cuando el dijo:—¿Qué whisky sirves aquí, Ricky Lee?—Para los demás, Four Roses. Pero para ustedtengo Wild Turkey.Hanscom sonrió.—Muy amable de tu parte, Ricky Lee. Creo quedebes darme esa jarra, después de todo. Lo queharás será llenarla de Wild Turkey.—¿Llenarla? –rep<strong>it</strong>ió Ricky Lee, atón<strong>it</strong>o–.¡Coño, voy a tener que sacarlo de aquí rodando!.–"O llamar a una ambulancia", pensó.—Esta noche, no –dijo Hanscom–. No lo creo.Ricky Lee miró al señor Hanscom a los ojos,para ver si bromeaba. Le llevó menos de unsegundo comprobar que no. Así que sacó la jarradel bar y la botella de Wild Turkey de la estantería.Contempló el gorgoteo del líquido, fascinado apesar suyo. Ricky Lee decidió que el señorHanscom tenía, después de todo, bastante detejano. Nunca en su vida había servido ni volvería aservir semejante medida de whisky."Nada de ambulancias. Si llega a tomarse todoesto, tendré que llamar a la funeraria."De cualquier modo, le llevó la jarra y se sentófrente a él. Cierta vez, el padre de Ricky Lee lehabía dicho que si un hombre estaba en su sanojuicio, uno debía darle lo que quisiera y pudierapagar, fuera meados o veneno. Ricky Lee no sabía128

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