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it-eso-stephen-king

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Bill se volvió hacia él.—V–v–vete –dijo.—¿Y si no me voy? –Henry trataba de sonarrudo, pero Bill detectó algo diferente en sus ojos.Estaba asustado y se iría. Eso habría debido dar aBill una agradable sensación, hasta un aire triunfal,pero sólo le inspiró cansancio.—S–s–si no t–t–te vas, se–seremos seis co–contra uno. Te p–p–podemos mandar al ho–o–osp<strong>it</strong>al.—Siete –dijo Mike Hanlon, sumándoseles. Encada mano llevaba una piedra grande como unapelota de tenis–. Ponme a prueba, Bowers. Meencantaría.—¡Mald<strong>it</strong>o negro! –A Henry se le quebró la voz.Estaba al borde del llanto. Eso qu<strong>it</strong>ó a Belch y aMoose las pocas ganas de pelear que tenían.Ambos retrocedieron, dejando caer las piedras delas manos laxas. Belch miró en torno, como si sepreguntase dónde había ido a parar.—Sal de nuestra zona –dijo Beverly.—Cállate, zorra –dijo Henry–, put...Cuatro piedras le golpearon en cuatro lugaresdiferentes. Henry dio un alarido y retrocedió atropezones haciendo flamear los jirones de sucamisa. Su vista pasó de las caras ceñudas,ancianamente jóvenes de los chiquillos, a lasfrenéticas de Belch y Moose. Allí no encontraría1198

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