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mismo tiempo, salpicándose mutuamente consaliva. Richie tomó a Ben en sus brazos y le diopalmadas en la espalda.—¡Lo derrotamos, Ben! ¡Lo derrotamos!—N–n–no lo de–de–derrotamos –corrigió Bill,ceñudo–. T–t–tuvimos susuerte. Sa–salgamos deaq–q–quí a–antes de que se le oc–ocurra vo–vo–volver.—¿Adónde vamos? –preguntó Mike.—A Los Barrens.Beverly se acercó a ellos, sujetando los bordesde su blusa. Sus mejillas estaban muy rojas.—¿Al club?Bill asintió.—¿Alguien puede dejarme su camisa? –preguntó ella, aún ruborizada.Bill le echó un vistazo y la sangre le subió a lacara atropelladamente. Se apresuró a apartar lavista, pero en ese instante Ben sintió una oleada decerteza y horribles celos. Por ese único segundo,Bill había cobrado conciencia de ella de unamanera que, hasta entonces, sólo el propio Benhabía experimentado.Los otros también habían mirado y apartado lacara. Richie tosió contra el dorso de la mano. Stanse puso rojo. Mike Hanlon retrocedió, como si loasustase la curva de ese pecho blanco y pequeño,visible bajo la mano de la chica.1515

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