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it-eso-stephen-king

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dedos, experimentó un pequeño sobresalto: "¿Y sise da cuenta de que fui yo?""No seas estúpido", se respondió, algoalarmado por esa exc<strong>it</strong>ante idea.Salió a Kansas Street, apenas consciente de ladirección que llevaba y sin que le importase enabsoluto. En su mente comenzaba a formarse unafantasía. En ella, Beverly Marsh se le acercaba, conlos ojos verdegrises muy abiertos y el cabellopelirrojo sujeto en una coleta. "Quiero hacerte unapregunta, Ben –decía en su mente la niña de suimaginación–, y tienes que jurar que me dirás laverdad. –Le mostraba la tarjeta postal–. ¿Túescribiste esto?"Era una fantasía terrible. Era una fantasíamaravillosa. Ben quiso borrarla. Ben quiso que seprolongara para siempre. Su rostro comenzaba aarder.Caminó, soñó, cambió los libros de un brazo alotro y comenzó a silbar. "Pensarás que estoy loca –dijo Beverly–, pero creo que quiero besarte." Suslabios se entreabrieron.Los de Ben quedaron, de pronto, demasiadosecos para silbar.—Creo qué yo también quiero –susurró, ysonrió. Si en ese momento hubiera mirado haciaatrás, habría visto brotar tres sombras alrededor dela suya. Si hubiera estado escuchando, habría oídor<strong>eso</strong>nar las botas de Victor, que se acercaba, con324

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