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it-eso-stephen-king

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desesperante. Podría contenerse dos o tresminutos, no más. Y la ponía nerviosa no saberdónde estaba patrick.Volvió a espiar por el parabrisas y lo viosentado allí. Henry se había dejado el encendedor.Patrick había guardado sus libros en la pequeñamochila de lona que le colgaba del cuello como sifuese un vendedor de periódicos, pero aún tenía lospantalones y los calzoncillos caídos alrededor delos pies. Estaba jugando con el encendedor.Encendía una llama casi invisible en el fulgor deldía, cerraba la tapa y volvía a empezar. Parecíahipnotizado. Una línea de sangre le corría desde lacomisura de la boca hasta el mentón. La mejilla sele estaba hinchando, pero él parecía no darsecuenta. Una vez más, Beverly sintió asco. Patrickestaba loco, claro que sí; nunca en su vida habíatenido tantas ganas de alejarse de alguien.Moviéndose con cuidado, reptó por debajo delvolante, bajó a tierra y se deslizó por detrás delFord. Luego echó a correr por el mismo camino pordonde había venido. Cuando estuvo entre lospinos, detrás de los coches abandonados, miróhacia atrás. Ya no había nadie. El vertederodorm<strong>it</strong>aba al sol. Sintió que la tensión se le aflojabaen el pecho y el estómago, dejando sólo la urgenciade orinar.Caminó apresuradamente unos pasos más y seapartó del sendero, a la derecha. Tuvo los "shorts"1420

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