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it-eso-stephen-king

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—¡Digo que no estoy loco! –gr<strong>it</strong>ó Eddie.Inmediatamente le subió a la cara un ruborangustiado.El señor Keene sonrió "Piensa lo que quieras –decía esa sonrisa–. Piensa lo que quieras, que yotengo mi propia opinión."—Lo que estoy diciendo, Eddie, es que no estásfísicamente enfermo. Tus pulmones no tienenasma. Es tu mente la que está enferma de asma.—Lo que usted quiere decir es que estoy loco.El señor Keene se inclinó hacia delante,mirándolo con intensidad por encima de susmanos cruzadas.—No sé –dijo con suavidad–. ¿Estás loco o no?—¡Es mentira! –exclamó Eddie, sorprendido deque las palabras le surgieran del pecho con tantafuerza. Pensaba Bill, en cómo reaccionaría Bill antesemejantes acusaciones. Bill sabría qué decir, contartamudez o no. Bill sabía ser valiente–. ¡Todo <strong>eso</strong>es mentira! ¡Tengo asma, claro que sí!—Sí –dijo el señor Keene. Su sonrisa seca sehabía convertido en una extraña sonrisa deesqueleto–. Pero ¿De dónde la has sacado, Eddie?La mente de Eddie daba vueltas y vueltas. Sesentía enfermo, sí, muy enfermo.—Hace cuatro años, en 1954, el año en que seefectuaron las pruebas en DePaul, por casualidadel doctor Handor empezó a recetarle Hidrox. Eso1337

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