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it-eso-stephen-king

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hasta el suelo. Claude lo siguió. Katook tendió lasmanos. Stugley Grenier disparó nuevamente, perola bala pasó a tres metros de Heroux.—Basta, Claude –dijo Katook. Según contóThoroughgood, parecía estar tratando de sonreír–.Yo no estaba con ellos. No participé en <strong>eso</strong> paranada.Heroux se lim<strong>it</strong>ó a gruñir.—Yo estaba en Millinocket –dijo Katook. Su vozempezó a elevarse hacia el gr<strong>it</strong>o–. ¡Estaba enMillinocket, te lo juro por mi madre! ¡Si no mecrees, pregunta!Claude levantó el hacha que goteaba. Katookesparció el resto de las cartas en su propia cara. Elhacha descendió, silbando. Katook agachó lacabeza y el arma se enterró en el entablado de lapared posterior del Dólar Soñoliento. Elperseguido trató de correr. Claude arrancó el hachade la pared y la clavó entre sus tobillos. Katookcayó, despatarrado. Stugley Grenier volvió adisparar, esta vez con un poco más de suerte.Había apuntado a la cabeza del loco, pero la baladio en la parte carnosa del muslo.Mientras tanto, Katook se arrastraba hacia lapuerta, con el pelo colgándole en la cara. Herouxblandió el hacha otra vez, bramando ybalbuceando. Un momento más tarde, la cabezacortada de Katook rodaba por el suelo lleno deserrín con la lengua ridículamente asomada entre1541

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