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it-eso-stephen-king

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desenroscó el inflador y, en el momento en queestaba por poner a la bicicleta sobre sus ruedas,oyó el rápido aleteo de unos naipes. Giró enredondo y se quedó estupefacto.Mike estaba allí, de pie, con un mazo de cartasde dorso azul en una mano.—¿Las quieres?Bill soltó un suspiro largo y tembloroso.—Supongo que también tienes pinzas, ¿verdad?Mike sacó cuatro del bolsillo de su camisa y selas ofreció.–Y las tenías por casualidad, ¿no?–Más o menos –dijo Mike.Bill tomó las cartas y trató de barajarlas, pero letemblaban las manos y se le escurrieron entre losdedos. Volaron por todas partes... pero sólo dosaterrizaron con la cara hacia arriba. Bill las miró ylevantó los ojos hacia Mike. El bibliotecario tenía lavista clavada en los naipes esparcidos,boquiabierto.Las dos cartas a la vista eran el as de espadas.—Es imposible –dijo Mike–. Acabo de abrir esemazo. Fíjate. –Señaló la lata para desperdicios,junto a la puerta, y Bill vio una envoltura decelofán–. ¿Cómo es posible que haya dos ases deespadas en un mazo?Bill se inclinó para recogerlas.1052

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