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it-eso-stephen-king

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horrorizada y llena de miedo) podría haberacabado la cosa. Sólo que la boca de Richie eracomo un caballo inclinado a desbocarse sin motivo.Y esa boca agregó, súb<strong>it</strong>amente:—Deberíais excavaros la cera de los oídos,chicos. ¿Queréis un poco de dinam<strong>it</strong>a?Lo miraron por un instante, incrédulos, y selanzaron tras él. Bill el Tartaja ya habíapresenciado la desigual carrera desde su principiohasta su anunciada conclusión, desde su s<strong>it</strong>io,contra el muro del edificio. No tenía sentidoinmiscuirse; aquellos tres grandullones se sentiríanmuy felices si podían atizar a dos chicos por elprecio de uno.Richie corrió en diagonal, cruzando el patio delos pequeños y se metió entre los columpios; sólocomprendió que era un callejón sin salida cuandochocó contra la cerca instalada entre el patio y elparque con que lindaban los terrenos de la escuela.Trató de subir por la cerca, todo dedos aferrantes yzapatillas en punta. Le faltaba una tercera partepara llegar arriba cuando Henry y Victor Criss lobajaron a tirones: Henry, por la espalda de lachaqueta; Victor, por el fondillo de los vaqueros.Richie cayó de espaldas en el asfalto. Sus gafasvolaron. Alargó la mano para cogerlas pero BelchHuggins las apartó de un puntapié. Por <strong>eso</strong>, eseverano, una de las patillas estaba remendada concinta adhesiva.382

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