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it-eso-stephen-king

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diez sin que ocurriese nada y luego las dos y cuartoy luego las cuatro y veinte, la gente empezaría amarcharse, ¿no? Pero no fue así. Todo el mundoseguía en su s<strong>it</strong>io. Porque...—Porque ustedes sabían que esa banda iba aaparecer, ¿verdad? –sugerí–. No cabía duda.Me dedicó una sonrisa luminosa como maestrocomplacido por la repuesta del alumno.—¡Efectivamente! Nadie dijo nada. Nadiesugirió: "Bueno, esperemos hasta las cuatro yveinte y si no aparecen me vuelvo al trabajo."Seguíamos allí, en silencio. A <strong>eso</strong> de las dos yveinticinco de la tarde, dos automóviles bajaronpor Up–Mile Hill y llegaron a la intersección; unoera rojo; el otro, azul oscuro; un Chevrolet y un LaSalle. En el Chevrolet iban los hermanos Conklin,Patrick Caudy y Marie Hauser. En el La Salle, losBradley, Malloy y K<strong>it</strong>ty Donahue.>Empezaron a cruzar la intersección sinproblemas. De pronto, Al Bradley clavó los frenostan de repente que Caudy estuvo a punto de chocarcontra él. La calle estaba demasiado tranquila ybradley lo notó. Era sólo un animal pero no hacefalta gran cosa para alertar a un animal que se havisto perseguido por cuatro años.>Abrió la puerta del La Salle y se irguió sobre elestribo, por un momento, para mirar alrededor.Después hizo un gesto con la mano a Caudy,indicándole que retrocediera. Caudy dijo: "¿Qué,1114

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