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it-eso-stephen-king

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ombeo. Ahora se arrastraba; el tubo le parecíaimposiblemente estrecho. Las gafas se ledeslizaban hacia la punta de la nariz. Él no hacíasino ajustarlas otra vez. Bev y Ben venían tras él.—¡Bill! –aulló otra vez–. ¡Eddie!—¡Aquí estoy! –le llegó la voz de Eddie, desdedelante.—¿Dónde está Bill?—Más adelante. –Ya lo tenía cerca. Richie, másque verlo, sintió su presencia–. ¡No quiso esperar!La cabeza de Richie golpeó a Eddie en lapierna. Un momento después, Bev chocó de cabezacontra el trasero de Richie.—¡Bill! –gr<strong>it</strong>ó el disc–jockey. La tuberíacanalizó su gr<strong>it</strong>o y se lo devolvió, haciéndole dolerlos oídos–. ¡Espéranos, Bill! Tenemos que estarjuntos, ¿no lo sabes?Débilmente, entre ecos, Bill gr<strong>it</strong>ó.—¡Audra, Audra! ¿Dónde estás?—¡Maldición, Gran Bill! –exclamó Richiequedamente. Se le cayeron las gafas. Las buscó atientas con un juramento y volvió a ponérselas,chorreantes–. ¡Sin Eddie te vas a perder, so idiota!¡Espera! ¡Espéranos! ¿Me oyes, Bill? ¡"Espéranos,mald<strong>it</strong>a sea"!Hubo un torturante momento de silencio. Alparecer, nadie respiraba. Richie no oía mas que elgoteo distante. En ese momento la tubería estaba1765

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