11.07.2015 Views

it-eso-stephen-king

it-eso-stephen-king

it-eso-stephen-king

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Nunca, hasta entonces, había estado en latrastienda. Contempló con interés todos aquellosfrascos, las botellas y las píldoras. De haber estadosolo se habría quedado allí examinando el mortero,las balanzas y las pesas, los botes llenos decápsulas. Pero el señor Keene lo empujó haciaadelante y cerró la puerta tras él. Eddie sintió unahogo de advertencia. En la bolsa de su madrehabía un inhalador nuevo; podría echarse unabuena bocanada en cuanto saliese de allí.En una esquina del escr<strong>it</strong>orio había un frascocon caramelos de regaliz. El señor Keene le ofrecióuno.—No, gracias –dijo el chico.El farmacéutico se sentó en la silla giratoria ytomó uno. Después abrió un cajón y sacó algo quepuso junto al frasco de caramelos de regaliz. Eddiesintió verdadera alarma. Era un inhalador. Elseñor Keene se reclinó en la silla giratoria hastaque la cabeza quedó casi tocando el calendario dela pared. En la foto del calendario se veían máspíldoras.Y por un momento de pesadilla, cuando elseñor Keene abrió la boca para hablar, Eddierecordó lo que le había pasado en la zapateríasiendo niño: los gr<strong>it</strong>os de su madre al ver que teníael pie puesto en la máquina de rayos X. Por eseúnico momento de pesadilla, Eddie pensó que esehombre iba a decirle: "Nueve de cada diez médicos,1325

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!