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it-eso-stephen-king

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—Más flambé a la vista –dijo Richie, con la vozde quien se encontrara en el paraíso–. Ésta puedeser la mejor comida de mi vida.—Oh, a no dudarlo –aseguró Rose.—Si apago <strong>eso</strong> de un soplido, ¿se me concede eldeseo? –le preguntó él.—En el Jade Oriental todos los deseos seconceden, señor.La sonrisa de Richie vaciló bruscamente—Aplaudo la intención–dijo–, pero en verdadpongo en duda que sea cierto.Tomaron el postre con avidez.Cuando Bill se recostó hacia atrás, con labarriga tensa contra el cinturón, reparó en lascopas acumuladas en la mesa. Parecían centenares.Sonrió cobrando conciencia de que, por su parte,había consumido dos martinis antes de la comida ysólo Dios sabía cuántas cervezas antes del postre.Los otros habían hecho otro tanto. En ese estado,hasta unos trozos de bolos fr<strong>it</strong>os les habrían sabidobien. Sin embargo, no se sentía ebrio.—Desde que era un chiquillo no comía así –dijoBen. Lo miraron. Un leve rubor le tiñó lasmejillas–. L<strong>it</strong>eralmente. Ésta debe de ser la comidamás abundante que he consumido desde que entréen el ciclo superior de la secundaria.—¿Te pusiste a dieta? –preguntó Eddie.—Sí –dijo Ben–. Según la dieta de libertad de840

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