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it-eso-stephen-king

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le fallara el valor, rezando para no cortarse lasmanos o el vientre con el vidrio roto.Algo le sujetó las piernas. Richie lanzó unalarido.—S–s–ssoy yo –susurró Bill. Un momentodespués, Richie estaba de pie a su lado, bajándosela camisa y la chaqueta–. ¿Quién creíste que era?—El hombre del saco –dijo Richie, con una risaestremecida.—T–t–tú ve p–p–por ese l–l–lado y yo i–i–i...—Ni pensarlo –replicó Richie. Oía claramenteel latir de su corazón en su voz, sobresaltada eirregular–. Voy contigo, Gran Bill.Avanzaron hacia la carbonera; Bill, algo másadelante, con la pistola en la mano; Richie loseguía de cerca, tratando de mirar a todos lados almismo tiempo.Bill se detuvo ante un flanco de la carbonera,por un momento, y luego se asomó súb<strong>it</strong>amente,sosteniendo el revólver entre ambas manos. Richieapretó los ojos con fuerza, preparándose para ladetonación. No la–hubo. Abrió los ojos, cauteloso.—S–s–sólo c–c–carbón –dijo Bill, con unaris<strong>it</strong>a nerviosa.Richie se puso a un lado y miró. Todavíaquedaba una carga de carbón, amontonado hasta elcielo raso en la parte trasera de la casilla. Era negrocomo ala de cuervo.645

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