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it-eso-stephen-king

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La cabeza insertada en el r<strong>eso</strong>rte chillaba y reía.Mike, ya descompuesto y mareado, volvió a mirarlay vio que era la de Belch Huggins; parecía uncorcho de champán humano, con una gorra debéisbol con visera hacia atrás. Soltó un fuertegruñido y el ruido sonó lejano, lleno de ecos. Notóque estaba sentado en un charco de sangrecaliente. "Si no me hago un torniquete en la piernamoriré."—¡"Gaaaah"! ¡"Neeegrooo"!Con una mano en el vientre sangrante y lanavaja en la otra, Henry Bowers se apartó de Mike,tambaleante y avanzó hacia las puertas de labiblioteca. Zigzagueaba como ebrio. Chocó contraun sillón y lo derrumbó. Su mano ciegadesparramó una pila de periódicos. Llegó a lapuerta, la abrió con el brazo ti<strong>eso</strong> y se arrojó a lanoche.Mike ya estaba perdiendo la conciencia. Tiró dela hebilla de su cinturón con dedos casi insensibles.Por fin logró sacárselo. Rodeó con él su piernaherida, justo debajo de la ingle, y apretó confuerza. Sujetándolo con una mano, empezó aarrastrarse hacia el escr<strong>it</strong>orio donde estaba elteléfono. No estaba seguro de alcanzarlo, pero noimportaba; se conformaría con llegar hasta allí. Elmundo ondulaba, se oscurecía, se borroneaba trasoleadas de gris. Sacó la lengua y se la mordió consaña. El dolor fue inmediato y exquis<strong>it</strong>o. El mundo1598

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