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de abandonar. Pero la ventana es muy pequeña. Aun chico de siete años le costaría pasar por allí. Ycaería desde siete metros y medio. A rademacherno le gusta hablar de estas cosas y ningúnperiodista (ninguno del News, por cierto) lo hapresionado al respecto.Mike tomó un sorbo de agua y pasó otrafotografía. Ésta no había sido tomada por lapolicía: era otra foto escolar. Mostraba a un niñosonriente, de unos trece años, vestido con susmejores galas, con las manos pulcramentecruzadas en el regazo, pero con un destello travi<strong>eso</strong>en los ojos. Era negro.—Jeffrey Holly –dijo Mike–. El trece de mayo.Una semana después de que asesinaron al niñoCowan. Vientre desgarrado. Lo encontraron en elparque Bassey, junto al canal.Nueve días después, el veintidós de mayo, unniño de quinto curso, John Feury, apareció muertoen Neibolt Street.Eddie em<strong>it</strong>ió un gr<strong>it</strong><strong>it</strong>o agudo y tembloroso.Buscó a tientas su inhalador y lo hizo caer de lamesa. El artefacto rodó hasta Bill, que lo recogió.La cara de Eddie había tomado un color amarilloenfermizo. El aliento le silbaba fríamente en lagarganta.—¡Denle algo de beber! –bramó Ben–. Quealguien le consiga...Pero Eddie movió la cabeza. Accionó su869

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