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it-eso-stephen-king

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acerqué al entrenador, que de furioso habríapodido masticar clavos y escupir grapas, y le dije:"Va siendo hora de que vuelva a cosechar maíz depueblo en pueblo. ¿Cuándo regresa a Kansas?"Al principio no dijo nada; se lim<strong>it</strong>ó aempujarme y plancharme de espaldas en el suelo.Después me dijo que saliera de allí. Que no queríaa ningún bocazas como yo en su equipo deatletismo."No correría para usted ni aunque me loordenara el presidente Kennedy –le dije,limpiándome el polvo–. No voy a exigirle quecumpla con su palabra, sólo porque me puso enmarcha... pero la próxima vez que coma mazorcas,acuérdese de mí."Me dijo que, si no me iba de inmediato, memataría. –Ben sonreía un poqu<strong>it</strong>o... pero no habíanada de agradable en esa sonrisa; tampoconostalgia, por cierto–. Ésas fueron sus palabrastextuales. Todo el mundo nos miraba, incluidos loschicos que habían perdido; parecían bastanteavergonzados. Entonces dije:"Voy a decirle una cosa, entrenador: le perdonouna, porque es un lamentable fracaso y ya estáviejo para mejorar. Pero si llega a ponerme otra vezla mano encima, haré que pierda este empleo. bajéde p<strong>eso</strong> para poder disfrutar de cierta dignidad yvivir un poco más tranquilo. Son cosas por las quevale la pena luchar."850

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