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it-eso-stephen-king

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—Cuánta humildad –comentó Richie, poniendolos ojos en blanco.—Bueno, pero es cierto. Y no tomé clases ninada de <strong>eso</strong>.—¿Sabes manejar el bastón?—Claro.—Vas a ser majorette en la secundaria, ¿eh?Ella sonrió. Era una sonrisa que Richie nuncahabía visto: sabia, cínica y triste. El chicoretrocedió ante ese poder desconocido, tal comohabía retrocedido ante la fotografía móvil.—Eso es para la gente como Marcia Fadden –dijo–. Para ella, Sally Mueller y Greta Bowie, lasque mean agua de rosas. Los padres ayudan acomprar el equipo de deporte y los uniformes; yellas muerden el anzuelo. Yo jamás seré majorette.—Por Dios, Bev, no exageres.—Claro que sí, es la verdad. –Ella se encogió dehombros–. Pero no me importa. ¿A quién leinteresa dar tumbos de carnero y enseñar lasbragas a un millón de personas? Mira, Richie.Fíjate en esto.Pasó los diez minutos siguientes mostrando aRichie cómo manejar el yo–yo. Al final, el chicoempezó a cogerle el truco.—No tiras con suficiente fuerza –observó ella.Richie miró el reloj del Trust Merril, al otro601

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