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it-eso-stephen-king

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ien. La mujer que aparecía en momentos detensión era fuerte, pero cargada de nerviosismo;temeraria, pero imprevisible.En ese momento había mucho color en susmejillas, un rubor natural en los pómulos. En losojos, bien abiertos y chispeantes, no quedabanseñales de sueño. Su cabellera fluía y flotaba. Y ¡oh,miren <strong>eso</strong>, amigos y vecinos! ¡Oh, miren bien!¿Acaso está sacando una maleta del armario? ¿Unamaleta? ¡Por Dios, sí!"Resérvame alojamiento... Reza por mí."Bueno, no le haría falta ningún alojamiento,ningún hotel en el futuro, porque la pequeñaBeverly Rogan se quedaría muy quietec<strong>it</strong>a en casa,y comería de pie durante tres o cuatro días.Eso sí, buena falta le haría una oración o dosantes de que él terminara de arreglar cuentas.Beverly arrojó la maleta a los pies de la cama yfue hacia su cómoda. Abrió el cajón superior y sacódos pares de vaqueros y dos jerseis de lana gorda.Arrojó todo a la maleta. Otra vez a la cómoda, conel humo del cigarrillo dejando una estela porencima del hombro. Tomó un par de sus viejasblusas marineras con las que parecía una estúpida,pero que se negaba a dejar. Sin duda quien la habíallamado no era de la jet set. Esa ropa era deslucida,como las que usaba Jackie Kennedy cuando pasabael fin de semana en Hyannisport.Pero a él no le interesaba quién la hubiera184

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